Cuando vuelva a nacer, lo haré en invierno
para estar por más tiempo envuelta en brazos.
Buscaré una ciudad del norte, alta,
con un cielo del gris de las iglesias
y un sol bruñido en plata.
Aunque dentro de mí, un alma vieja
se estará retorciendo
añorando los bancos de la plaza
al regreso del cine, las ventanas
con el alféizar ancho para sentarse al fresco,
la terraza del bar…
Mi vieja alma dentro de un cuerpo nuevo
siempre añorará el sur, pero no importa.
El sur es esa pobre mujer oscura y fea
que guarda en su maleta algunas fotos,
un libro dedicado que no llegó a leer nunca,
un disco del ayer y un par de medias nuevas,
y coge un tren en la estación del pueblo
para volar como las golondrinas en verano,
rumbo a tejados fríos y fábricas humosas.
Nunca llueve en el sur, solo cuando los ríos
se encabritan y saltan por las calles.
No nieva nunca, pero cae el pedrisco
y agosta las cosechas.
En el sur no hay industrias, en el sur el aceite
necesita sudor y sangre de sus pobres
para alcanzar el grado perfecto de acidez
que exigen los mercados de las ciudades grises.
Cuando vuelva a nacer, lo haré en el norte
y viajaré hasta ti cada verano
a dejar en tus playas mi basura,
a bailar a mi ritmo con tu música,
a beberme tu sangre en copa alta
sazonada con sal y pizca de desprecio.
Me llevaré una rama de jazmines del patio
y el rumor de las fuentes a la hora de la siesta.
Olvidaré el azul.
Cuando recorra, temblorosa, con mis primeros pasos,
esas calles del norte afortunado
sentiré en mis rodillas el pulso atávico
que viene desde centro de la tierra,
vibrará en mi alma vieja
el corazón de sal que se deshace lejos,
en una tumba, al sur.
Yo habitaré en el norte y tendré frío,
siempre frío, y nostalgia, y un regusto a cenizas en la boca.
Iré a nacer al norte
para vivir la vida que merecen los hombres.
Iré a nacer al norte
si tengo que nacer, que no quisiera.
Iré a nacer al norte
para morir soñando con el sur.
Emily X